| EL MUNDO EN EL MONITOR
El confinamiento y el distanciamiento social nos han negado el privilegio de perdernos en los visuales de una sala de cine; pero, por otro lado, se han encargado de convertir gran parte de nuestra vida en una experiencia audiovisual. Las imágenes han fungido como ventanas, puentes y válvulas de escape: desde esa película en streaming, hasta la videollamada con la abuela. La vida social y laboral existen en una pantalla que se divide, a su vez, en pantallitas de menor tamaño, desde donde podemos apreciar caritas con fondos siempre enigmáticos: vistazos a la intimidad de nuestros interlocutores. Monitores de todo tipo nos ayudan a que el distanciamiento social no sea verdaderamente “social”, sino sólo físico, así que nos aferramos a celulares, computadoras, tabletas y Smart TV’s. Bodas en Zoom, zumba en Skype, y hasta videos perturbadores en las redes de Canal 5, que despertaron toda una investigación entre decenas de usuarios.
El consumo y la publicación de contenido desde casa se intensificó en todo el mundo. YouTube, Netflix, Facebook e Instragram tuvieron que bajar la calidad de sus sistemas en Latinoamérica para evitar la saturación de sus servicios. Plataformas de comunicación por video han protagonizado sus propias épicas: Zoom rebasó en valor a Uber en marzo pasado (y llegó a los 200 millones de usuarios), antes de que fuera acusada por no estar preparada para proteger la privacidad de quienes la usan. Skype se hizo más amigable y ofreció videollamadas sin la necesidad de tener una cuenta. Miles de estudiantes, maestros y otros profesionales las ocuparon por primera vez: muchos de ellos probablemente las incluirán de ahora en adelante en sus vidas.
¿Qué de esta nueva existencia se quedará para siempre en el cine, el entretenimiento y la cultura popular? De entrada, sus historias. El canadiense Mostafa Keshvari no sólo ya filmó la primera cinta sobre el COVID-19 –titulada Corona–, sino que ya está lista para ser proyectada. Escritores europeos ya han hecho lo propio: Slavoj Zizek y Paolo Giordano publicaron ya sus libros Pandemic y En tiempos de contagio, respectivamente. Es de esperarse que del confinamiento surjan más ficciones, testimoniales, imágenes y relatos que documenten y (con el tiempo) reinterpreten y analicen lo que vivimos hoy.
Puede, sin embargo, que nada cambie en lo estructural. Quizá, después de la crisis, todo vuelva a como era antes. Sin embargo, es posible que ya sea demasiado tarde para eso: ya hemos vislumbrado otros mundos, para bien o para mal. Uno donde, por ejemplo, no existe una ventana de tres meses de exhibición en salas de cine, antes de que una cinta de alto perfil llegue a streaming. Uno donde las empresas trabajan más a distancia y de forma virtual. Uno donde nos hemos hecho más conscientes de la importancia –y fragilidad– de los espacios alternativos de exhibición; donde experimentamos con nuevas formas de alcanzarnos, de inspirarnos, de demostrar que algo o alguien nos importa.
Aún es muy pronto para vislumbrar con certeza el nuevo mundo que se nos viene. Sin embargo, valen la pena las simples preguntas: ¿hacia dónde vamos? ¿con qué queremos quedarnos? ¿con qué no?