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Opinión

FINTECH, CIENCIAS CONDUCTUALES Y EMPRENDIMIENTO DE IMPACTO

La salud financiera que se impulsa con las fintechs no puede ser un objetivo adicional a la inclusión, sino su sentido último.

Por: Rodrigo Villar Swipe

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El gran historiador mexicano Edmundo O’Gorman dijo alguna vez que la tecnología es el motor de la historia y que la “máxima traición” a su impuso liberador, que se remonta a las herramientas de piedra, es hacer de ella otra forma de esclavitud. Tómese en cuenta eso para asegurar que por las compuertas que abre la revolución fintech a la inclusión financiera no se cuelen nuevas formas de servidumbre o usura. La clave está en no perder de vista el para qué.

Más inclusión financiera no significa, en automático, más personas con bienestar financiero. La Fundación MetLife, que ha concentrado gran parte de sus baterías en el área de salud financiera, ha realizado con Gallup encuestas globales que, junto con otros estudios, han prendido focos preventivos en ese aspecto.

 


Kenia es un referente de éxito en la penetración de aplicaciones móviles, con fintechs pioneras como M-Pesa. Sin embargo, el porcentaje de kenianos considerado financieramente saludable bajó de 39 a 22% entre 2016 a 2018, a pesar de lograr una inclusión de 80%, el doble que México.

Ahora, dos de cada tres usuarios de crédito en ese país sufren estrés por endeudamiento y un tercio incumple con los pagos. Más impresionante aún: no hay tanta diferencia respecto a un país como Estados Unidos, donde 36% de los hogares se queda sin dinero antes de fin de mes y sólo 33% es financieramente saludable.

De ahí la pertinencia de nuestras decisiones y comportamientos, seamos mexicanos, estadounidenses o kenianos. Precisamente porque ahí hay una forma práctica de conectar la revolución fintech y la inclusión financiera con el sentido trascendente de ésta última: no sólo importa el acceso, sino que incida en nuestro bienestar, contemplando la naturaleza humana que a veces conspira en contra.

 


Partimos de la gran promesa fintech: abatir costos, distancias, tiempos, cotos oligopólicos, asimetrías de información. De la inteligencia artificial a las API de la banca abierta y el embedded finance: cualquier empresa como oferente o canal de servicios financieros. Kavak está en la compraventa de autos usados, pero también es una fintech, y lo mismo aplicará para pequeños negocios en línea o tradicionales.

No por nada Amazon, Apple y grandes bancos están en una carrera para no quedar fuera de lo que están haciendo las startups de pagos a plazos sin intereses por todo el mundo: Klarna desde Suecia, Hoola de Singapur, Afterpay desde Australia, Affirm en California, Addi de Colombia o las mexicanas Atrato y Aplazo. Simple pero poderoso: generalizar esa opción de compra, sin necesidad de tarjeta de crédito. Para cadenas minoristas tanto como tienditas, una especie de factoraje de consumo para aumentar los tickets de venta. Y si hace sentido en Europa, más en México y América Latina.

 


Pero falta el otro componente. Porque la salud financiera no puede ser un objetivo adicional a la inclusión, sino su sentido último. La idea es una reformulación de ésta, poniendo por delante lo que queremos lograr con ella.

Es el foco del trabajo de Finnsalud, programa que trabaja en estándares, herramientas de medición y estrategias accionables al respecto para la población mexicana. A partir de experiencias internacionales como las del Financial Health Network y estudios locales, llegó a un enfoque de cuatro dimensiones como punto de partida: ser financieramente sano implica poder planear y asignar presupuesto a las cuentas cotidianas; igual, pero para metas de largo plazo y objetivos de vida; tener resiliencia frente a altibajos y emergencias; y autonomía y capacidad para tomar decisiones financieras. Parece obvio, pero tenerlo presente hace toda la diferencia en una política pública o un producto financiero.

 


La pinza la cierran las ciencias del comportamiento, para desarrollar soluciones prácticas, en principio para cooperativas populares de ahorro y crédito. Desde una API de Whatsapp para que hagan encuestas e interactúen con sus socios, con un algoritmo para determinar sus puntajes en general y por dimensión para recomendarles, en un formato de diagnóstico y tratamiento, productos a la medida, usos correctos, alertas amigables ante riesgos o patrones de sobrendeudamiento.

Aquí hay un área de oportunidad gigantesca para la innovación y el emprendimiento, porque algo similar sería de esperar de fintechs, bancos tradicionales y empresas de todo tipo que incorporan instrumentos financieros, sean seguros o crédito para vender viajes o autos. Desde el diseño de los productos hasta el onboarding para la apertura de las cuentas.

 


Eso hemos buscado con el Proyecto SUMA que estamos implementando gracias a un donativo otorgado por la Fundación MetLife para motivar y ayudar a emprendedores sociales a incorporar las ciencias del comportamiento y así fomentar la salud financiera de más y más personas en México. Son cuestiones que a veces parecen pequeñas, pero pueden realmente cambiar, para mejorar, la vida de la gente.

Lo que buscamos es que los emprendedores sociales, máxime cuando involucran instrumentos financieros en sus modelos, incorporen procesos para entender los sesgos conductuales de sus usuarios o beneficiarios, y en general de los seres humanos, a fin de abordarlos asertivamente. Un caso: si nos inclinamos al hoy y olvidamos de ahorrar, crear un sistema que se ocupe de ello automáticamente, como un salvavidas ante nuestra procastinación.

El llamado es claro. No debe ganar el modelo que más explote al usuario, sino el que más le ayude a liberarse de ataduras, lograr la salud financiera y sus objetivos de vida. Es lo justo y un negocio más rentable y sustentable tomando en cuenta a todas las partes interesadas.

Rodrigo Villar es Socio fundador de New Ventures México y Adobe Capital.

Puedes contactarlo en Twitter en: @rorrovillar

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