Opinión Tres años y contando Por: Agustín Llamas Mendoza Continua en la historia Desliza a la izquierda para continuar Decía el escritor y político irlandés de mediados del siglo XVIII, Edmund Burke, que el mal triunfa cuando los buenos han decidido no hacer nada. Y hoy, casi tres siglos después, esta reflexión es más que evidente en la realidad mexicana. Cualquier país desarrollado cuenta con una clase empresarial que cree, practica y participa de la democracia. En esos países se sabe y se tiene conciencia de que la corrupción es el cáncer y origen de muchos de los problemas que no dejan despegar a otros países que supuestamente tienen todo para ser democracias consolidadas y regímenes confiables. Lo que se vive en México no solo es un problema de gobernabilidad y credibilidad, sino el resultado de años de impunidad en todos los órdenes, desde el nivel más doméstico hasta el más encumbrado política y empresarialmente hablando. Suponer que el narcotráfico, el crimen organizado, el tráfico de influencias y la corrupción al menudeo no tienen nada que ver con la ingobernabilidad y crisis de confianza que prevalece en nuestro entorno no es solo ignorancia, es ingenuidad. Decía el escritor y político irlandés de mediados del siglo XVIII, Edmund Burke, que el mal triunfa cuando los buenos han decidido no hacer nada. En otros países, cuando algún ciudadano es asaltado, es motivo de noticia y de asombro; en México, ni los miles de muertes de los últimos años estremecen a las autoridades ni a la conciencia ciudadana. ¿Ya nos acostumbramos? Cuando una sociedad ya no se asombra de su propia podredumbre, algo muy grave está sucediendo. Pero más grave que ello es que esa misma sociedad no identifique o relacione sus propias conductas como la causa remota más importante de ese deterioro y descomposición en el sistema. | La cultura de la legalidad En la espiral de la corrupción e impunidad en México, tanto autoridades, como políticos y liderazgos sociales han caído en el garlito del análisis por los efectos, pero no han ido un poco más allá. Es cierto, vivimos un grave problema de impunidad, pero no solo es un tema de corrección del comportamiento disfuncional de cualquier miembro del sistema económico, político y social, sino que también es un tema de cultura de legalidad. Ciertamente, la sociedad común no es culpable de asesinatos, asaltos y secuestros; no, no es culpable; pero sí somos corresponsables de la situación: dejamos crecer el mal a una dimensión que hoy se vislumbra incontrolable. La sociedad común no es culpable de asesinatos, asaltos y secuestros; pero sí somos corresponsables de la situación: dejamos crecer el mal a una dimensión que hoy se vislumbra incontrolable. Y el agravante en todo ello se manifiesta con la narrativa y con la ineptitud de quien dice gobernar hoy el país. En todos los indicadores internacionales, la corrupción en México se ha incrementado en lo que va del sexenio, mientras que los índices de gobernabilidad igualmente son preocupantes y nunca antes en la historia habíamos tenido tal cantidad de homicidios dolosos en los primeros tres años de gobierno de cualquier otro sexenio. La corrupción es un problema social fundamentalmente, pero la clase política no solo la ignora y no la sanciona, sino que la promueve y la solapa con su narrativa, opacidad y manejo clientelar de los recursos públicos. La inercia de degradación de nuestra democracia a nadie parece importarle ni menos detenerla, ni a los empresarios ni a la mezquindad de la clase política gobernante, ni a la sociedad relativamente organizada. | ¿País sin rumbo? La corresponsabilidad de los diversos liderazgos de la sociedad, políticos y económicos, es fundamental para formar espacios de diálogo. En conjunto, sin divisiones demagógicas, veamos hacia el futuro por un país mejor. La ingobernabilidad que padecemos en todos los órdenes no solo es por la ineptitud y por la corrupción del gobierno actual, sino también por un empresariado que está pasmado y una sociedad sin rumbo. Seguir por el camino que llevamos no solo retrasa el desarrollo del país, sino que, cuando querramos corregir el rumbo, será mucho más dificil y costoso que hoy en día. Si dejamos gobernar a los ineptos, también somos cómplices de esa ineptitud y, por supuesto, igualmente corruptos. Hoy, los problemas de este país no se suscriben a los partidos políticos, a los gobiernos locales y al federal, sino a todos los actores No dejemos que intereses mezquinos y corruptos vuelvan a destrozar el futuro de este país. Hoy, los problemas de este país no se suscriben a los partidos políticos, a los gobiernos locales y al federal, sino a todos los actores. Todavía es tiempo de alzar la mirada, pensar en la siguiente generación, extirpar la corrupción y, ahora sí, entre todos pactemos y definamos generosamente qué país pensamos dejar a los que nos sucedan. AN Agustín Llamas Mendoza es analista político y social, profesor Decano de IPADE Business School y presidente de Fundación Compromiso y Transparencia México, A.C. @politicabierta
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